
El pueblo egipcio nos ha quitado esa venda, nos ha enseñado el poder que tiene la voz unida de un pueblo cansado, oprimido y privado de una libertad que nosotros creemos poseer y no utilizamos.
Obama, Zapatero, Sarcozy y un largo etcétera de dirigentes políticos lo saben, y por ello lo temen. Estan asustados porque saben que no hay mayor peligro para erradicar sus privilegios que la voz unida de un pueblo. Qué pena que aquí, en nuestro país, aún no creamos que pueda ser posible.
Vivimos por inercia, asumiendo las lacras de una democracia enferma por la corruptela de una clase política anclada en sus privilegios, con la única lucha de seguir teniéndolos, mientras la sociedad sobrevive como puede. Y estamos cansados, tanto que hasta nos hemos quedado sin voz, sin darnos cuenta que es la verdadera arma capaz de cambiar las cosas. Ellos lo saben, pero nosotros aun no, y hasta que no nos demos cuenta de ello, tal y como lo han sabido hacer en Egipto, no cambiarán las cosas, por muchas elecciones que vengan y traspasos de sillones se produzcan.